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(Tras)pasar la puerta

2da edición

Poesía

22 min

2da edición

Explorar los cautiverios de la mujer es adentrarse en un laberinto de emociones y realidades. La búsqueda de la libertad se evidenció en nuestro llamado a las autoras, quienes desentrañaron y redefinieron nuestra idea de albedrío.

En nuestro afán por diversificar las voces literarias centroamericanas, presentamos en esta edición a las ganadoras de nuestra convocatoria (TRAS)PASAR LA PUERTA, incluyendo dos menciones honoríficas.  

Cada obra contribuye a una narrativa mayor que busca no solo cuestionar la realidad actual, sino también imaginar nuevos mundos posibles. Los textos seleccionados revelan una profunda introspección y reevaluación de experiencias, tanto personales como colectivas. Acompaña a esta edición la evocadora obra fotográfica de Victoria Colaj, cuya sensibilidad trasciende cada imagen.


Este compromiso con la exploración de nuevas formas de ver y vivir en el mundo es lo que esperamos resuene con los lectores, alentándolos a reflexionar sobre su propio lugar dentro de estos poemas. 

Reconocer la vulnerabilidad en las propias palabras y, aún así, someterlas a juicio es un gesto de coraje. Por ello, agradecemos profundamente a las autoras que han confiado en nuestra labor editorial, brindándonos el honor de leerlas.

Fotografías por Victoria Colaj

Punzar

Deberíamos de hablar

y creer en la libertad.

El ahora avivar

de cuando en cuando

con los sentidos dispersos.

 

Sin herir al dolor mismo

lanzaríamos la palabra

como una espina agudísima

para abrir los cerrojos

que impiden a la niña

desprenderse con astucia

del miedo.

 

Ponernos nombre de ave

y tener certeza del ala

porque estos pájaros que somos

no saben nada de solsticios

y se vuelan en noches extensas

en las que todo es estático.

Nadie nos enseñó a volar

de cara a los atardeceres

pero aprendimos

a cómo cortar el viento,

dejar la sombra en la tierra

y codificar mapas con algarrobos secos.

 

Al nacer nosotras

se debería contar la historia de la nostalgia

en forma de lluvia fresca,

voces que narran los días

versos que solo sirven

al reposar en la madrugada.


Alejandra Valverde Alfaro

Habitante de Sarchí, filóloga de profesión. En 2016 fue ganadora en el concurso para poetas menores de 30 años en el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica y en 2015 ganó el primer lugar en el concurso Nuevos talentos de la Universidad de Costa Rica, Sede del Atlántico. Días sentados (2016) es su libro publicado por el Proyecto Editorial La Chifurnia, de El Salvador. Ha participado en espacios de poesía nacionales e internacionales, donde ha tenido la posibilidad de antologizar una muestra de sus textos.




Historia de amor

En un jardín de amor puro, desperté

rociado por lágrimas benditas

me postró ante una flor.

 

Deslicé mis dedos

sobre seda

acaricié mi cuerpo

y sangre corría de mis piernas

entre sudor y pujidos

conseguí expulsar una parte de mí

que necesitaba habitar.

 

Di a luz a un pájaro

—tibio y mojado—

de naturaleza mamífera.

La estreché contra mi pecho

mientras se hacía menos mía

pues su nacimiento es fruto

de lo fértil que es la libertad.


Samantha Castro Santa Cruz

Jovena, feminista y futura comunicadora. Colideresa estudiantil. Fiel creyente de las letras, la política cotidiana, la sensibilidad y la creatividad. Actualmente realiza su investigación universitaria centrada en prácticas artísticas como acción colectiva de mujeres en la historia reciente de Guatemala.


Cónclave

Ella dijo que era más fácil cuando tenía siete años:

pasaba las tardes explorando barrancos

saltando de las araucarias.

Era un ave verde, una mandarina tierna,

una promesa preciosa picoteando la teja desde fuera.

 

Mentí: ¡Vas a ver cuándo seás grande!

Aun así soy una repugnante niña

en el caparazón de una adulta;

que nunca bajará esas cinco libras

que deberá beber menos

que leerá las noticias económicas

que no fumará.

Debí pensarme dos veces esa maña de crecer

pero tenía muchos miedos que volvían en la nochevieja

a contarme que todo acaba y nadie gana mucho con quererme

porque si fuera más bonita, más cortés y más fuerte

todo valdría la pena.

 

Me encerré cada noche en el baño

a morderme los dedos

contarme los huesos

a hurgarme las ganas de estar.

Soñaba con el príncipe pirata

que volaría en pedazos los muros

para llevarme del mar al espacio

sin puertas ni pasaportes.

 

Espié por la ventana a los ladrones,

se llevaron mis horas,

gastándose mis domingos con cervezas y juegos a suerte:

¡Ay, qué rico es tenerte!

Lo supe de repente, como si siempre fuera hoy

cuando salí a la oscuridad de la casa sola

y en medio del silencio de todos

y la sombra de ninguno

finalmente me sentí, tan solo respirando con mi madrugada:

aquí estoy.


Angelica Quiñonez

Es una escritora, editora, analista digital y comediante  guatemalteca. Publicó su primer poemario Teoría de Cuerdas en 2019 y la antología de poesía y narrativa El atentado del cuaderno negro en 2020. Fue becaria para una certificación de edición literaria y científica del Centro Cultural de España en Cartagena en 2016. Actualmente colabora con una serie de sitios culturales latinoamericanos, incluyendo (Casi) literal y Te Prometo Anarquía. También figura como conductora del web-show La Ciudad de los Libros e integrante del colectivo centroamericano Comedia con Banquito.




Detrás de los perrajes,
nuestro corazón es Sepur Zarco

I

Con los días su microcosmo

cada instante fue calcinado

hasta convertirse en frágil y desolada

roca caliza y arcilla

destrozada solloza

mientras una tormenta de lágrimas se derrama,

con la que se cementa

un cuerpo y un alma

en donde los años se han tornado

como barrotes de espina

en el que un áspero silencio

hirió la vida a tajos

y quisieron ser cicatrizados

con un insípido candado.


II

Los ayeres y las noches

parecen tan presentes

¿Cómo se pueden rasgar los míseros estigmas?

¿Cómo se puede borrar el rancio pasado?

¿Cómo se puede olvidar que te digan la puta o la casera del ejército?

¿Dónde se pueden sepultar los amargos prejuicios?


III

La sombra del dolor

se escondió entre rebozos

que cubrían pieles arrugadas y cabellos canosos

armaduras que fueron rebozos

donde fluyó como estruendoso mar de voces

que contaron las desdichas de pasados crueles

y cuando hablaron de sus angustiosos sentires

el cristal del silencio se rompió

dentro la llave de la justicia sopló

los rebozos, que se extendieron como alas

entonces, las abuelas emprendieron el vuelo como aves libres


Carmen Tocay Gómez

Maya kaqchikel. Egresada de la Licenciatura en Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Correctora de estilo. Ganadora del certamen I Premio Mundial de Micros POE (2019). Autora de Reminiscencias (Editorial POE, 2021). Su trabajo ha sido publicado en revistas digitales y antologías de Centro América, Sur América e Italia. Ha participado en festivales poéticos como el 32 Festival Internacional de Poesía de Medellín, Colombia, y el Noveno Festival Internacional de Poesía de Aguacatán, Huehuetenango, Guatemala.


Enredadera

Soy una especie nativa de patastera,

que se enreda y se enreda.

 

Me abrazo a mí

y en el ruido te encuentro,

por eso el silencio me llama.

Aún no quiero que me sepulten tus besos,

quiero mejor me atolondren,

que me devuelvan la vida antes de quitármela.

Y creí que había amado,

deshabitando toda mi casa de mí,

propagado especies exóticas,

atiborrándola de pasos foráneos.

 

Lo que pasó en décadas,

—lo que me pasó a mí—

habiendo cerrado celosías,

cerrado balcones,

cerrado puertas y más puertas,

tragándome las llaves, las cuentas

de cuantas veces me encerré,

creyendo que nada más viendo hacia adentro

iba a encontrarme…

Y no, no me hallé

porque se llevaron mis fotos,

mis colores, mis luces y tonos,

mi música inmediata,

la que me silbaba el sol.

Me dejaron sin luna,

sin sombra inmediata:

sola, viéndome sola,

casi acabando en un ataúd,

en el subsuelo de las miradas.

 

Pero debajo de la hojarasca, emergí

y no me acuerdo de nadie

pero me recuerdo de mi enredadera de ideas,

de una gata

llamándome y estando en espera.

Recuerdo las pulsadas, ya no punzadas,

que yo, como Las dos Fridas,

me llevé de la mano,

me rejunté en mi regazo.

 

Amor dulce, casi muero,

porque me desnudé hasta el pellejo,

y yo fui la que me supe amar.


Madeleine Rodríguez Osorio

Es una mujer hondureña, marxista, rescatista de gatos y gatas de la calle, artista, bióloga y feminista, nacida en Tegucigalpa el 6 de febrero de 1993. Egresada de la Carrera de Biología de la UNAH, de la Escuela Nacional de Arte Dramático, la Escuela de Cine “Una Mirada Propia” de La Colectiva Hondureña de Cineastas y ha sido parte del programa de formación Agentes de Cambio de La Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES). Le interesa desglosar las diferentes capas de la realidad a través del mundo de las objetividades que la Ciencia le permite ver y atravesarla por el lenguaje artístico para llegar a tocar al resto de las personas con su narrativa, cuyo fin último es generar un sentido de consciencia emancipadora dentro de la misma colectividad.


En las lágrimas que resido

Otra vez

la soledad arremete y me obliga a recordar

otra vez

sentada bajo el mismo cielo que se nos fue arrebatado

como el querer amar y amarnos,

como los sueños, los juegos en el patio y las lindas tardes de té.

Pero nunca nos sentamos en esa mesa,

la atendíamos

jugábamos a crecer cuando solo queríamos jugar a jugar.

 

No entendí que las condenas estuvieran desde que nací:

hija, hermana y, por último, mujer.

Dicen que seré esposa, madre

—y cuando mi compañero muera no habrá quién me consuele—

y seré viuda.

No seré yo, sin títulos ni dueños.

 

Sé que existe una fuerza que me alejó y no me trae de vuelta,

es el mar lleno de ellos, de susurros sin nombre, de hombres sin cara,

y no puedo ahogar sus palabras

y no soporto sus miradas.

 

Se han llevado todo lo que me sostenía,

pero conservo mis memorias:

soy los consejos de mi madre

los abrazos de mis abuelas

las risas con mis hermanas

los llantos conmigo misma

porque he llorado y reído con quienes amo,

porque, ahora, solo eso me perteneces.

 

Les han llamado a mis lágrimas una condena,

porque soy un mar, una tormenta a punto de derrumbar sus casitas.

Lloro porque estoy viva,

para intentar ahogarlos

y vivir para incomodarlos.

 

Y me encuentro en mi cama llorando unos cuantos mares,

y lloro al escribir,

y siento al llorar,

en las lágrimas que resido,

me he enamorado de la soledad.


Belinda Leticia Chá Sontay

Nació el 8 de marzo de 2005, predestinada a luchar por los derechos de las mujeres e incomodar al sistema. Belinda Chá, de cariño Linda, creyó toda su vida que los sueños, las lágrimas y los sentimientos eran una condena, pero en la escritura entendió que la sensibilidad era una bendición del universo. Actualmente estudiante de relaciones internacionales en la USAC, amante de la escritura como un medio de sanación, la pintura como una forma de expresión y el debate como un modo de evolución. Le apasiona la política, el arte y el café, todo eso en exceso.


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