Laura Mulvey es una crítica de cine que en los setentas desarrolló el concepto 'female gaze' (mirada femenina) como una propuesta cinematográfica que superara la ausencia de las mujeres como sujetos de 'agentividad' en el séptimo arte.
Al recalcar el male gaze (mirada masculina) que regía en las películas hechas hasta entonces, Mulvey evidenció la nula participación de las mujeres como agentes, es decir, como personas complejas con capacidad de comprender, imaginar, desear, interesarse y dirigir su actuar, según sus propios deseos. Esto llevaba a las y los espectadores a manejar una narrativa exclusiva de lo masculino como protagonista y como su acompañante, cuidadora, unidimensional objeto de deseo o de armonía: la mujer.
No fue sino hasta dos décadas después de la introducción del female gaze como propuesta feminista en el cine que las “películas para chicas” o 'chick-flicks' comenzaron a desarrollar, aún de forma prejuiciosa y superficial, a sus protagonistas mujeres, acercándose a retratar la realidad desde su mirada de la historia.
Las primeras décadas del nuevo siglo han traído avances significativos en las historias de mujeres en el cine. La creciente participación de mujeres en todas las etapas de la creación cinematográfica —como directoras, productoras, guionistas, escritoras y actrices con capacidad de influir en sus roles— ha permitido que algunas obras finales presenten historias más cercanas a las mujeres como sujetos de existencia propia, con personalidades complejas derivadas de una historia que se desarrolla a través del guion.
Ante este progresivo acercamiento de las mujeres al cine surge la pregunta: ¿por cuánto tiempo y de cuántas otras narrativas hemos dejado fuera a la mujer como agente? Puedo reconocer que, aún siendo mujer, las estructuras construidas y valoradas a través de la 'male gaze' me han dificultado la mirada y el juicio femenino. Después de todo “ver con ojos de mujer” no nos encamina al éxito, ni exalta los valores predominantes en la cultura, historia, política, economía o idioma impuestos.
¿Por cuánto tiempo? ¿Siempre? nos hemos reconocido unos a otros únicamente desde la mirada masculina. Siendo mujer, esto me limita en varias vías. Existo solo si la mirada masculina me observa; es decir, mi existencia depende de la calificación de una mirada que, de entrada, no pretende observarme. Peor aún, tengo la capacidad de identificar a otras y otros, si lo hago a través de esos patrones de reconocimiento.
Este fenómeno no solo ha afectado a las mujeres ¿acaso la mirada femenina en el cine no ha ampliado la cantidad de historias, ofreciendo el retrato de una realidad más completa? De la misma manera, reconocer, valorar y acostumbrarnos a narrar la perspectiva femenina en todos los aspectos de la vida podría enriquecernos como sociedad.
Quizás necesitamos aplicar el female gaze de Laura Mulvey a todos los ámbitos, a través de un acción consciente de identificarnos, escucharnos y comprendernos también desde una perspectiva femenina, para que poco a poco nos reconozcamos a nosotros mismos (intencionalmente en masculino, para abarcar hombres y mujeres) en las historias de otras.
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