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Foto del escritorMaría José Lara Medina

Sobre "El consentimiento", de Vanessa Springora

Como una agridulce caricia, así permanece en mí El consentimiento, de Vanessa Springora.



En una novela autobiográfica, la autora relata la relación sexoafectiva que sostuvo a sus 13 años de edad con Gabriel Maztneff, mencionado en el libro como «G.», quien entonces tenía casi 50 años. Con un tono preciso, que crea un particular dinamismo entre la voz de su consciencia antaño adolescente y la voz de su ya adulta figura autoral, Springora reconstruye este vínculo, desde su furtivo inicio hasta su público final.


Junto a ella recorremos momentos de su infancia y su adolescencia temprana, en los que descubre, casi a tientas, las nociones del amor y de la sexualidad; donde una curiosidad y un paralelo temor parecían aglutinarse y palpitar por igual. De su contexto familiar, revisita el abandono de su padre y sus violentas apariciones esporádicas en la vida de su madre y suya. Poco a  poco, nos deja conocer a una Vanessa adolescente, con ausencias a cuestas, con un extrañamiento por su propio cuerpo que empieza a cambiar y parece no llenar las expectativas de la mirada masculina y patriarcal; visión en la que, veladamente, busca llenar un vacío que pronto será ocupado por la relación clandestina y riesgosa que G. le ofrece con fingida inocencia y oportuna opacidad.


Consentir. ¿En qué condiciones podemos plenamente consentir? Esta es una de las preguntas que durante la lectura me nacieron. En ese mismo sentido, ¿qué tan plenamente podemos consentir a un vínculo cuando la contraparte nos ofrece una verdad a medias, masticada a conveniencia, llena de silencios y vacíos que favorecen su inmunidad frente a cualquier petición de recíproca honestidad? ¿Acaso es posible consentir plenamente cuando una rotunda —aunque maquillada— relación de poder, de verticalidad truculenta, es el germen de la relación?


En ese juego de sombras y promesas calculadoras, se revela la figura de G., un escritor reconocido de la época, validado por su círculo literario, difundido por una industria editorial benévola con sus obras, en las que hacía, en palabras de Springora, «una apología explícita del abuso sexual de menores», y en donde más tarde relató de forma autocomplaciente su historia con Vanessa, imponiendo una narrativa sobre los hechos alejada de lo vivido por ella. Mientras G. se concebía a sí mismo como una especie de «iniciador», que con supuesta delicadeza buscaba dejar en sus parejas sexuales, siempre adolescentes, un «recuerdo emocionado» de lo que vivieron «consensuadamente» en sus encuentros; cuando, en realidad, dejaba a su paso menores, como Springora, con indelebles cicatrices de abuso.


Y es en este desajuste, en esta ruptura, donde la obra nos permite complejizar el concepto del consentimiento. Así lo aborda la autora, en un pasaje de la historia, cuando su relación con G. había finalizado y, tiempo más tarde, fue capaz de hacer un reconocimiento —como si de un sismo se tratara— de los daños ocasionados:


«El papel de benefactor que a G. le gusta atribuirse en sus libros consiste en la iniciación de los jóvenes al placer del sexo por parte de un profesional, de un especialista emérito; en definitiva, digámoslo claramente, de un “experto”. En realidad, su excepcional talento se limita a no hacer daño a su pareja. Y todo el mundo sabe que cuando no hay dolor, sufrimiento, ni coacción, no hay violación. La única dificultad del procedimiento consiste en respetar esta regla de oro y no quebrantarla jamás. La violencia física deja un recuerdo contra el cual sublevarse. Es atroz, pero sólida.


Sin embargo, el abuso sexual se presenta de manera insidiosa e indirecta, sin que seamos del todo conscientes. [...] La vulnerabilidad es precisamente ese ínfimo resquicio por el que perfiles psicológicos como el de G. pueden introducirse. Es el elemento que convierte el concepto de consentimiento en tangencial. En los casos de abuso sexual o de abuso de debilidad encontramos muy a menudo la misma negación de la realidad, la negativa a considerarse víctima. Y, efectivamente, ¿cómo admitir que han abusado de nosotros cuando no podemos negar que lo hemos consentido? ¿Cuando, como en este caso, hemos deseado a ese adulto, que no tardó en sacar provecho? Durante años también yo lucharé contra la idea de ser una víctima y seré incapaz de reconocerme en ella».


Las palabras de Vanessa Springora se nos revelan como un espejo doloroso, pero necesario de ver. Después de leer su relato, intuyo que a veces huimos del autorreconocimiento como sobrevivientes del abuso, pues, al pensar en retrospectiva quizás recordamos una figura que hacíamos corresponder con el amor, mientras que en la memoria obviamos las señales de los ejercicios manipulativos, de las tensiones veladas, del dolor que nos socavaba en silencio, de los límites transgredidos, del ocultamiento, del absoluto cinismo y de la irreparable huella de ver a otras más sufriendo paralelamente, navegando un cauce de origen compartido —impune.


A propósito de la impunidad, la autora aborda de forma crítica la complicidad silenciosa de su entorno —familiar, cultural, político— frente a la relación asimétrica que sostuvo con G., donde pudo más la noción antiprohibitiva del momento y su —cuestionable— prestigio literario que la preocupación por su integridad frente a un depredador sistemáticamente en búsqueda de relaciones del mismo tipo. «Y quien no dice una palabra consiente», dice Springora, y por tal razón también decide ella narrar su historia.


Por estos caminos y estas inquietudes que posibilita, El consentimiento me parece una lectura de gran fuerza y sensibilidad, que te abraza mientras ofrece una nueva manera de ver y un umbral para transitar hacia maneras emancipadoras de estar, de escribir, de amar.


 

María José Lara Medina / María Lara

Nació el 23 de diciembre de 1998. Es licenciada en Periodismo y Comunicación, dedicada a la edición de textos y la docencia. En 2019 ganó el II Certamen de Poesía Joven de Sión Editorial (Guatemala), con el poemario El espejo irregular, que ahora forma parte de su colección Laura Damián. Con el poemario Naturaleza inacabada ingresó a la colección Síntesis de Serie Periferia (Guatemala), en 2021. Su libro de textos seleccionados Simiente se integró al proyecto de poesía centroamericana Colmenärt (Costa Rica), en 2023. Su muestra de poesía Todas las vigilias forma parte de la colección Poesía en Los Confines, del Festival Internacional de Poesía Los Confines 2024 (Honduras). Con Proyecto Cultural Fantasma publicó Tensión de rotura, su poemario más reciente, en 2024 (Guatemala). Su obra también ha sido publicada en revistas y antologías nacionales e internacionales.

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